lunes, 28 de septiembre de 2009

EL HOMBRE CUYA COLERA ERA DEMASIADO GRANDE.- LEYENDA DE LA TRIBU DE LOS PIES NEGROS




Antaño, un hombre vivía en las montañas que los indios llaman las Montañas Resplandecientes. La verdad sea dicha, no vivía en tal sitio. Un día aquí, otro allá, se instalaba allí donde se encontraba. Este nómada, llamado Cara de Oso, se sabía tan colérico que prefería mantenerse apartado del mundo.
Cara de Oso acababa de matar un musmón (1) cuando se le acercó una mujer a la que no había oído llegar. Esta se arrodilló sin dirigir una palabra al cazador y le ayudó a despedazar el musmón.
La mujer era agradable y trabajaba bien. Al cabo de un momento Cara de Oso le preguntó:
-¿De dónde vienes y cómo te llamas?
-Vengo de la alta montaña y me llamo Hija de la Roca -respondió la mujer.
Cara de Oso invitó a Hija de la Roca a compartir su comida. La mujer aceptó y se apresuró a cocer la carne. Mientras comía, el hombre observó a su compañera. No consumía desamasiados alimentos y casi no hablaba. Esas dos cualidades agradaron muchísimo al cazador. Le propuso:
-Si quieres, puedo casarme contigo.
-No pareces un mal cazador; quiero convertirme en tu mujer.
Construyeron una choza en el lugar de su encuentro y se quedaron en ella.
El hombre se dio cuenta de que su esposa cocinaba y cosía muy bien. Se enamoró. Pero durante casi todo el tiempo, aunque la amaba, no podía evitar el regañarle. A menudo le invadía la cólera sin que pudiera evitarlo. Entonces sus palabras eran groseras y la voz desagradable. Un día Hija de la Roca le dijo:
Tus furores repentinos son como las olas del gran lago. Tu lenguaje es brutal, pero no creo que tengas mal fondo. Eres así y no puedes hacer nada, es tu carácter. Sé que en esos momentos de cólera sientes deseos de pegarme. Sin embargo, debo hacerte una advertencia, no me golpees jamás con un trozo de madera encendida. Acuérdate de mis palabras, o la desgracia caerá sobre ti.
Algún tiempo después, Cara de Oso quiso cambiar de campamento. Dijo a Hija de la Roca:
-Contemplar siempre el mismo paisaje me pone furioso. Vamos atravesar ese valle y a establecernos sobre esa otra montaña. Derrite grasa, prepara provisiones y organiza todas nuestras cosas. Destruye también esta vieja cabaña, tiene el don de ponerme nervioso. Me ausento para calmar mi furor; que todo esté preparado a mi regreso.
Y partió vociferando.
Cara de Oso se alejó tan deprisa que Hija de la Roca no tuvo tiempo de decirle que estaba en su período impuro. Durante ese período, las mujeres no pueden tocar ningún objeto normal sin mancillarlo y atraer la desgracia sobre la vivienda.
Cuando Cara de Oso regresó parecía aplacado.
Pero pronto volvió a gritar:
-¡Qué veo, la cabaña todavía está en pie! ¡No has preparado los alimentos necesarios para el viaje ni has doblado ninguno de mis vestidos!
Cara de Oso meneó tan fuerte la choza que rompió los largueros. Golpeó entre sí los utensilios de cocina y pisoteó las mantas de piel de cabra salvaje.
La cólera le invadió de tal manera que el hombre acabó sintiendo verguenza. Dijo:
-Eres una buena esposa y yo sólo soy un bruto. Espérame, voy junto a la orilla a meditar sobre mi conducta.
Una vez al borde del agua se sentó en una gran piedra y se sumergió en su pensamientos.
Una vieja de piernas torcidas apareció en la orilla opuesta. Le gritó:
-¡Ohé, hombre! Eres joven y fuerte, ayúdame a cruzar.
Pero la visión de la vieja no hizo sino irritarlo. Cara de Oso replicó:
-Cállate, bruja ridícula. ¡Me lastimas los oídos!
-¿No tienes compasión de mis pobres miembros?
-preguntó la mujer-. Si no me llevas en brazos nunca podré volver a mi casa.
-¡Me horripilas! -aulló el cazador-. No estoy aquí para ayudarte. Mejor te tiraré al agua.
Pese a tal declaración, Cara de Oso se echó a la vieja a la espalda y la depositó en la otra orilla. La mujer le dijo:
-Para recompensarte por tu gesto te ofrezco los numerosos años que he pasado en la tierra. Eres, pues, más viejo que tu edad. De esta manera tienes la seguridad de ver tus cabellos grises un día.
-¿Por qué me haces ese regalo? -preguntó el cazador.
-Porque tu corazón no es tan duro como tus palabras. Hay demasiados hombres que mueren cuando todavía tienen el pelo negro. Te será evitada tal desgracia.
Más tarde, Cara de Oso vio cómo se le blanqueaban las sienes a pesar de su juventud y se sintió muy feliz.
Sin embargo, no le abandonó su mal carácter. Una mañana, cuando perseguía a un gamo, se le metió en la cabeza que su mujer le engañaba. Se puso muy furioso y, abandonando la caza, se precipitó a su casa. Al llegar ante su cabaña, gritó:
-¿Dónde está? ¡Tengo que encontrarlo y matarle inmediatamente!
-¿A quién te refieres? -preguntó Hija de la Roca.
-A tu amante, a quien voy a hundir el cráneo con este tomahawk.
Su esposa el dijo:
-Vamos a ponernos delate de este árbol. Se inclinará si alguno de nosotros dice una mentira.
Hija de la Roca colocó su mano sobre la corteza y dijo:
-Soy fiel a mi marido.
El árbol no se movió
Cara de Oso se apoyó contra el tronco y gritó:
-¡Mi mujer me engaña¡
El árbol se dobló de forma tan repentina que por poco no le dio a Cara de Oso en la cabeza.
La mujer creyó que esta experiencia calmaría la cólera de su marido. Pero no fue así. Cuando llegó la Luna de las Hojas Hermosas el humo del hogar invadió toda la cabaña. Cara de Oso se enfadó de nuevo.
-¿No sabes encender el fuego? -ladró.
-En esta época la leña está verde -dijo Hijas de la Roca-. ¿Qué quieres que haga, tengo que soplarla para que se seque?
Fuera de sí por esta contestación, Cara de Oso agarró una rama ardiendo y golpeó con ella el rostro de su esposa.
-Has hecho mal en golpearme con una tea -le dijo-. Ya te lo había advertido. Tu desmesurada cólera te ha hecho sordo y ciego.
Ya apaciguado, Cara de Oso no quiso oír más. Salió de la choza y se alejó en dirección al bosque. En el camino encontró al espíritu de Manitú (2).
Este le dijo:
-Hay una tormenta en tu corazón y haces desgraciada a la que amas. Soy Manitú, el Ser Eterno, y bien podría matarte inmediatamente. Pero te dejo la vida a cambio de tu mujer.
Esta reprimenda exasperó a Cara de Oso. Replicó secamente:
-No eres muy exigente en tus transacciones. Si quieres cargar con esa mujer inútil, ¡tómala! Espérame aquí, voy a buscarla.
El cazador corrió hasta su cabaña. No encontró a su esposa y pensó: Seguro que ha salido. Si Manitú la quiere ya la encontrará.
Cara de Oso se instaló en la choza y olvidó el cambio que había hecho con el Gran Espíritu. Pasadas cuatro lunas se calmó y empezó a echar de menos la presencia de Hija de la Roca. Se dijo: <>
Partió.
En el camino encontró un cráneo de alce blanqueado por la nieve. Le preguntó:
-¿No habrás visto pasar a una mujer?
El cráneo escupió la tierra que le había entrado en la boca y contestó:
-Sí, caminaba con la espalda doblada por la fatiga. Esa mujer parecía estar dominada por una gran pena.
La cólera volvió a invadir el corazón de Cara de Oso. Dio una patada al cráneo y lo hizo caer por la pendiente. Después pensó: <>
Pero en seguida se arrepintió de su mal humor. Por primera vez en su vida su pena fue más fuerte que su rabia. Se dijo: <>
Cara de Oso se recubrió el cuerpo de tierra y se espolvoreó la cara con ceniza en señal de duelo. Por ultimo se cortó dos dedos para demostrar su arrepentimiento y se hizo cortes en las pantorrillas y en las mejillas para mortificarse.
Cubierto de sangre, Cara de Oso incendió su cabaña, dispersó al viento todo lo que poseía y se instaló lastimosamente en el hueco de unos derrumbamientos.
Desde entonces el hombre pasaba los días meditando sobre su criticable conducta. Pasó tanto tiempo en el mismo sitio, sin moverse, que echó raíces.
Cara de Oso se convirtió en un gran árbol y de sus ramas colgaron largos cabellos de lianas blancas.


(1) Animal híbrido del carnero y la cabra.
(2) Nombre que dan los indios al Gran Espíritu, creador del universo. Los sioux, en cambio, le dan el nombre de Wakanda.

viernes, 25 de septiembre de 2009

LOS DOS HERMANOS Y EL HOMBRE MALO.- LEYENDA DE LA TRIBU DE LOS PIES NEGROS

Un indio cazaba con su esposa en un bosque. Un día que perseguía a un oso se aventuró demasiado lejos y se detuvo en un sitio que su mujer no conocía. Aunque era la buena estación, las hojas de los árboles estaban canijas y las bayas de los arbustos parecían secas.
La comarca no ofrecía ningún atractivo. A pesar de ello, el hombre construyó una choza y dijo a su esposa:

-Estamos en la zona de caza de un personaje temible. Se llama Cráneo de Espectro. Voy a seguir la pista del oso solo. Mientras tanto, enciérrate en la cabaña. Si la odiosa criatura viene a merodear por aquí no se te ocurra abrirle. Con solamente pensar en ese malvado caerás en su poder.

La mujer declaró que ni hablaría ni pensaría en Cráneo de Espectro de ninguna manera. Y el cazador partió tras la pista del oso.
Apenas se alejó, alguien llamó a la puerta: <>
Pero mediante esa sencilla evocación ya se encontraba en su poder. Aunque no quería abrir, una fuerza incontrolable la empujaba a entreabrir la puerta. Cráneo de Espectro entró, se instaló como en su casa y dijo:

-Tengo mucha hambre. Mujer, prepara la cena. La esposa del cazador precisamente acababa de preparar un guisado. Le tendió un plato, pero Cráneo de Espectro lo rechazó desdeñoso.

-No tengo costumbre de comer en una escudilla tan ordinaria. Sólo comeré en el hueco de tu vientre.

La mujer se tumbó dócilmente sobre la espalda y Cráneo de Espectro empezó a comer. Lamió con rapidez las legumbres y, a la hora de cortar la carne, le hundió el cuchillo en el vientre.

-¡Qué torpe soy! -se dijo-. He cortado mal.

La mujer murió.
Cráneo de Espectro agrandó la herida y encontró en el vientre de la mujer dos gemelos. Agarró a uno y lo puso sobre el hogar para quemarlo.

-Tú te llamarás Niño de la Brasa.

Luego tomó al otro y lo envolvió en una piel de bisonte para asfixiarlo.

-Tú te llamarás Niño de la Piel.

Y Cráneo de Espectro abandonó la cabaña sin más preámbulos.
Cuando regresó el cazador encontró muerta a su mujer. En seguida pensó: <>
Los dos niños se echaron a llorar. El cazador los tomó en brazos para calmarlos. Pero los dos hermanos gritaron más fuerte. El hombre pensó: <>
Entonces tuvo una idea. Se quitó la túnica de piel de gamo y colocó a cada niño contra cada uno de sus senos. Los pequeños se apresuraron a mamar.
<>

Al día siguiente por la mañana recomenzaron los lamentos. El cazador metió a los niños en un cesto y partió hacia el bosque. Al ver castores colocó a Niño de la Piel delante de una hembra.
Hagamos un trato -le dijo-. Cría a mi hijo y nunca más volveré a matar un castor.
Después, al ver una enorme piedra, sentó encima a Niño de la Brasa.
-Cría a mi hijo y nunca más volveré a tirar piedras a nadie.
Y se marchó a cazar.

El hombre estuvo ausente durante cuatro estaciones. Cuando regresó a la cabaña su mujer se había convertido en un esqueleto. Jóvenes coyotes se habían estado divirtiendo con los huesos y los habían esparcido en el suelo. A la vista de ese desolador espectáculo, el cazador salió de la cabaña y vagó de los alrededores.
Encontró a dos niños que jugaban en la hierba de un calvero. Cuando quiso acercarse a ellos, uno se escondió bajo una piedra y el otro se sumergió en el lago.
El hombre pensó: Seguro que son mis hijos. Se han hecho muy salvajes, ¿cómo podré atraparlos?
Se le ocurrió una artimaña. Se echó sobre el suelo todo lo largo que era y trató de parecer un tronco viejo.
Los pequeños salieron de su escondite.

-¡Ven a jugar! -gritó Niño de la Brasa a su hermano.

Pero Niño de la Piel parecía todavía muy asustado.

-No nos acercaremos a la cabaña. Me da miedo ese extranjero. Mejor será que nos revolquemos sobre ese tronco.

Cuando se acercaron los dos hermanos, el cazador se incorporó y agarró a cada uno por un pie.

-No pataleéis así -dijo el hombre-. Soy vuestro padre. Mordedme el seno veréis que no os miento.

Los niños mordieron el pecho del cazador y declararon:

-Eres nuestro padre, pues reconocemos el sabor de tu sangre.

El hombre acarició a sus hijos, les dio un arco y flechas y los llevó a la choza.

-Mirad, este es el esqueleto de vuestra difunta madre. Poned esto en orden. Tengo que ir a cazar para alimentaros. Que todo esté bien limpio cuando regrese.

Cuando el hombre se marchó, Niño de la Brasa dijo a su hermano:

-Hagamos algo por nuestra pobre madre. Sus huesos están desparramados. Ayúdame: vamos a reconstruir su esqueleto.
Una vez que el esqueleto recuperó la forma humana, Niño de la Brasa agarró el arco, tiró una flecha y gritó:

-¡Ten cuidado, madre! Ese tiro casi te ha dado.

Pero la mujer sólo movió débilmente las piernas.
Entonces Niño de la Piel disparó también una flecha y gritó:

-¡Madre! ¡Hierve tu sopa y se desborda la marmita!
En seguida la mujer dio un salto y corrio hacia el hogar. Al no ver más que cenizas frías, dijo riendo:

-Estos bribonzuelos sólo piensan en gastar bromas; será para recordarme que ya es hora de comer.
Y la mujer preparó un guisado.
Cuando el cazador volvió de cazar trayendo un ciervo, su esposa le ayudó a cortar la carne. El hombre preguntó:

-¿Ahora eres zurda?
Así supieron los niños que se habían equivocado al colocar los huesos de las muñecas de su madre.
Algún tiempo después, el padre dijo a sus dos hijos:

-No vayáis de ninguna manera por la parte de la ciénaga. Entre esas aguas putrefactas habita Cráneo de Espectro. Ese individuo es especialmente malvado. El fue quien antaño mató a vuestra madre.

Niño de la Piel dijo a su hermano:

-Vamos a dar una vuelta para ver qué aspecto tiene. Ha llegado el momento de enseñarle buenas maneras a ese monstruo.
Llegados a las inmediaciones de la ciénaga, los niños se deslizaron entre las hierbas acuáticas y divisaron una cabaña.

-Debe ser ahí- murmuró Niño de la Brasa.
De la choza salió un vozarrón:
-Entrad, vamos a fumar un poco.
Los dos hermanos atravesaron el umbral y se encontraron en presencia de Cráneo de Espectro. Niño de la Brasa le dijo:

-Me habían dicho que eras muy feo, pero creo que lo eres aún más.
-¡Puesto que eres tan impertinente no probarás mi tabaco! -rugió Cráneo de Espectro.

Niño de la Piel replicó:
-Me habían dicho que tenías un carácter detestable, pero me temo que lo tienes aún peor.
-Ya que os ponéis así, fumaré solo -rechinó Cráneo de Espectro.
Llenó una gran pipa con hojas mohosas y la encendió soplando encima. Por toda la cabaña se extendió un humo espeso con un tufo a madera podrida. Niño de la Brasa se colocó en seguida dos piedrecitas redondas en la nariz y Niño de la Piel se metió dos trozos de madera.
Cuando se disipó el humo, Cráneo de Espectro se asombró:

-¿Como, todavía estáis aquí? ¿Cómo es posible que no hayáis muerto? Nunca resistó nadie a esta pipa envenenada.
Niño de la Brasa le quitó la pipa de las manos.
-Eso pasa porque no sabes fumar, malcriado. Te voy a demostrar que mi tabaco no tiene nada que envidiarle al tuyo.
El joven tomó una pizca de ceniza del hogar de la choza, mezcló en ella algunos pelos de castor y la encendió con una tea.
El humo que le salió por la nariz era tan acre que Cráneo de Espectro se puso verde de la cabeza a los pies y cayó muerto.

De vuelta a su casa los jóvenes aún se reían de la faena hecha al odioso personaje. El cazador sospechó algo:

-¿Qué mala pasada habéis hecho? -preguntó.

-Le hemos hecho una breve visita a Cráneo de Espectro -respondió Niño de la Brasa-. Quiso fumar la pipa de la paz con nosotros y creo que no se recuperará.

-Sí , se puso todo verde y se desvaneció -terminó Niño de la Piel.

Los padres se encogieron de hombros y olvidaron el incidente.
Y pasó el tiempo. La nieve recubrió la tierra una treintena de veces.
Una mañana, Niño de la Brasa dijo a su hermano:

-Nuestros padres son viejos pero se aman todavía. Me parece que les molestamos en su intimidad. Deberíamos irnos y no regresar hasta dentro de varios años. Entonces se pondrán muy contentos de volvernos a ver, pues les seremos mucho más útiles que ahora.

Niño de la Piel pensó que era una excelente idea. Entonces los dos hermanos agarraron la cola de un alce que pasaba por allí y se fueron arrastrados por él.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

LOS PAJAROS DE FUEGO Y EL MONSTRUO DE LAS AGUAS.- LEYENDA DE LA TRIBU DE LOS ARIKARA


En un lugar agradable, allí donde la grulla se yergue entre las cañas, vivía en otros tiempos un valiente dotado de dones sobrenaturales. Un genio bueno le había regalado cuatro flechas mágicas: una negra, una roja, una amarilla y una blanca.
Esas flechas terapéuticas (medicina que posee poderes sobrenaturales) daban siempre en el blanco a cualquier distancia.
El buen cazador, que era también un valioso guerrero, no empleaba normalmente más que la flecha blanca y amarilla.
Un día mato un ciervo. Encendió un fuego y cocinó una pata del animal. Después de comer , se tumbó para dormir un rato.
Mientras dormía, dos Pájaros de Fuego salieron de las nubes y le llevaron lejos hacia el Oeste. Le depositaron en la cumbre de una elevada montaña.

Al despertar, el valiente se dijo que nunca había estado en aquella tierra. Quiso descender al valle pero no encontró sino precipicios y paredes abruptas.
Repentinamente, se produjo un ruido de huracán y la montaña se estremeció...
Era el jefe de los Pájaros de Fuego que volaba hacia él. Sé posó a su lado y el dijo:

-No temas. No te deseo mal alguno. Quédate entre nosotros y seré tu abuelo. Eres un cazador valeroso y, según parece, tienes unas flechas muy buenas. ¡En breve tengo que librar una dura batalla y tu me ayudarás!

El valiente, encantado y satisfecho, preguntó qué tendría que hacer. El pájaro explicó:

-Sabrás que a los Pájaros de Fuego les corresponde luchar contra los Espíritus de las Tinieblas, tú tendrás que combatir junto a nosotros. Mi familia y yo vivimos desde siempre en la cima de esta montaña, pero nos es imposible criar a nuestros pequeños. Todos los años surge un monstruo de las profundidades del lago y viene a devorarlos. El Monstruo de las Aguas tiene dos cabezas y todo el cuerpo recubierto por gruesas conchas de sílex, por lo que nuestras flechas-relámpago no le hacen ningún daño. ¡Ayúdanos a matar a ese monstruo y te convertirás en hermano de todos los pájaros de la tierra y ellos te protegerán!

El Pájaro de Fuego condujo al valiente a su nido mostrándole sus seis crías que piaban de hambre.

-Mira, todavía son pequeños, pero en cuanto les salgan las plumas el monstruo vendrá a comérselos.

El valiente tomó un puñado de granos de maíz de su cinturón y se los ofreció a los hambrientos. A partir de entonces llevaba a los pequeños Pájaros de Fuego toda la caza que mataba.

Un día el padre y la madre de los pajarillos le dijeron:

-Eres muy amable con tus jóvenes parientes. Se acerca el momento de la venida del Monstruo de las Aguas. Vamos a apostarnos en esta montaña; desde abajo podremos vigilarle mejor.

A la salida del sol del segundo día una terrible tempestad anunció la llegada del monstruo. Las aguas del lago empezaron a hervir y les envolvieron espesas nubes de vapor.
A continuación aparecieron dos enormes bolas redondas, escamosas y horribles. ¡Eran las dos cabezas del monstruo!
Cuando las cabezas se pusieron a escalar el flanco de la montaña, los Pájaros de Fuego se echaron en picado sobre ellas entre un ruido atronador. Los ojos de los Pájaros de Fuego lanzaban chispas. Golpearon al monstruo mientras crepitaban miles de destellos.
...Pero nada consiguió hacer mella en la corona del Monstruo de las Aguas que continuó trepando y llegó al borde del nido.

Los Pájaros de Fuego, alarmados, gritaron al valiente:

-¡Tira ahora si quieres ayudarnos!

El piel roja sacó su flecha negra del carcaj y la colocó en el arco. Esperó a que se abriera una fauces roja y , en el momento en que iba a tragarse a un pajarillo, disparó a la garganta.

-Toma -gritó-. ¡A ver si tragas esta medicina! Se oyó un crujido terrible. La repugnante cabeza voló hecha pedazos pues, en realidad, la flecha negra era un arce del bosque.

Pero ya la segunda cabeza se aproximaba al nido. El valiente disparó su flecha roja rugiendo:

-¡Ahí va otra medicina que te va a gustar!
La segunda cabeza explotó como la primera, pues la flecha roja era un gran pino de la montaña.

El cuerpo del Monstruo de las Aguas cayó rodando por la pared rocosa con un ruido atronador y desapareció en el lago.
Entonces empezaron a llegar millares de pájaros de cuatro rincones del mundo. Revoloteaban para demostrar su alegría. El jefe de los Pájaros de Fuego dijo:

-Has salvado a nuestros pequeños. De ahora en adelante todos los que están aquí te protegerán ante el peligro. ¿Quieres que volvamos a llevarte a tu país?

El piel roja reflexionó un instante y declaro:

-¡No! Prefiero seguir matando monstruos.

Desde ese día el valiente se dedica a recorrer la tierra. Con sus cuatro flechas mágicas combate a los Espíritus de las Tinieblas y los indios pueden dormir en paz.





lunes, 21 de septiembre de 2009

EL MISTERIO DE LA CANTERA DE LA PIEDRA DE LA PIDA.- LEYENDA SIOUX




En aquellos tiempos, los sioux vivían cerca del gran lago rodeado de un inmenso bosque de pinos. En la tribu de los dakota vivía un valiente llamado Yerba del Medio.
Este belicioso guerrero no estaba nada contento de su nombre. Sólo deseaba una cosa: conseguir uno nuevo que pregonara con más acierto sus numerosas victorias sobre el enemigo.
Un día, en el consejo, dijo:
-Voy a partir hacia el sur. En ese lugar en el que las águilas sobrevuelan las montañas espero conseguir un nombre digno de mí.
Los sabios de la asamblea dieron un suspiro de alivio al conocer las intenciones de Yerba del Medio.En uno de sus frecuentes arranques de cólera, ese valiente excesivamente impulsivo había ya matado a tres de sus mejores amigos.
Así que Yerba del Medio tomó su lanza y se alejó sin más dilación.
El sol acababa de levantarse por cuarta vez cuando encontró a un gran animal jorobado. Le dijo:
-Resultas ridículo con esa joroba en la espalda. ¡Apártate de mi camino, me pones nervioso!
El viejo de la columna deformada era el Espíritu de los Bisontes. Contestó con calma:
-Me pareces muy débil para meterte conmigo.
Loco de rabia Yerba del Medio no pudo contenerse:
- ¿Eres un inconsciente? ¿No ves que soy un sioux que no soporta ver a un enemigo?
-¿Soy un enemigo? -preguntó el bisonte.
-Mi espíritu es tan combativo que todo lo que no sea yo es enemigo mío -tronó Yerba del Medio sacando el pecho.
Entonces, blandió su lanza y golpeó al enorme animal. Pero la punta de sílex resbalo sobre el cuero sin penetrarle. El sioux se lamento:
- ¡Maldita sea! Tu espalda es más dura que la de los otros bisontes. He matado a más enemigos que dedos tengo en la mano. ¿Cómo es posible que no consiga ni siquiera rasguñar tu piel?
El viejo, tullido de reuma., se echo a reír:
-Tengo que confesarte que no soy un bisonte corriente. Tengo tantos años que la pelambre me sirve de escudo.
-¡Pero mi brazo es poderoso! -bramó el valiente.
-¡Poco importa un buen brazo! -se carcajéo el ancestro barbudo-. Más te valdría transmitirle tu fuerza a la lanza, te sería más útil.
-Es una buena idea -admitió el irascible guerrero.
Se concentró por un momento y transmitió toda su energía al arma. Inmediatamente se convirtió en una lanza-medicina.
-Ahora coloca la punta sobre esa roca -añadió el bisonte.
Yerba del Medio hizo el gesto y la roca saltó en mil pedazos.
-¡Vaya! -exclamó el sioux-. ¿Sabes, viejo animal, que eres un buen consejero?
-Seguramente eres más eficaz que antes -concluyó el viejo truhán-. Sin embargo, con esta lanza sólo podrás matar a los animales o a los hombres que atenten contra tu vida.
Aparentemente satisfecho, Yerba del Medio reemprendió su camino y pronto llegó ante una elevada montaña roja.
Ese era el lugar al que iban las diferentes tribus indias a buscar las piedras con las que fabricaban sus pipas de la paz. Precisamente, numerosos enemigos de los sioux estaban extrayéndolas de una gran cantera. Al momento, Yerba del Medio levantó su lanza y le ordenó:
¡Mátame en seguida a esa gente! Me son indiferentes y no puedo soportar su presencia aquí.
Pero el brazo de Yerba del Medio se bajó por sí mismo y le explicó:
-No puedo lanzar un arma contra esos hombres mientras no hayan hecho nada por quitarle la vida.
Acuérdate de lo que te dijo el Espíritu de los Bisontes.
-Qué va ser de mí -se lamentó Yerba del Medio-. Los sioux, mis hermanos, se burlarán de mí cuando se enteren de mi debilidad.
-¡En absoluto! -afirmó el brazo-. En vez de quejarte, coloca la punta de tu lanza sobre el flanco de esa montaña.
Yerba del Medio lo hizo. Apenas el sílex rozó la montaña un inmenso trozo de roca estalló en trozos.
Los indios de la cantera se echaron a correr gritando:
- ¡Mirad! Un hombre armando de una poderosa medicina ha llegado hasta nosotros. Ya no tendremos que agotarnos par extraer la roca y poder confeccionar nuestras pipas. Su lanza puede hacer explotar una montaña de un solo golpe.
Esa misma noche los indios antes enemigos de los sioux, lo invitaron a un banquete y le festejaron. También le ofrecieron tabaco y Yerba del Medio pudo fumar en las pipas que sus enemigos habían fabricado en las piedras que él arrancó a la montaña.
Después de esta ceremonia se decidió por unanimidad que Yerba del Medio se llamaría a partir de entonces Trunca la Montaña.
Entonces el sioux se hizo justo y bueno. Se había dado cuenta de que se puede encontrar satisfacción ayudando a los otros indios en lugar de matarlos. Considerando que ahora le adornaban todas las cualidades, pensó que era de su incumbencia administrar la justicia.
Y el tiempo pasó sin que el sioux tuviera ocasión de poner en práctica la nueva función que se había atribuido. Cada vez que nacía el sol temía un poco más el no llegar nunca a actuar como justiciero.
Pero se presentó un pretexto.
En la cima de la montaña vivía un águila. Todas las semanas el ave planeaba por encima de la gran llanura, capturaba un bisonte por la piel del cuello y se lo llevaba a su nido. Allí lo devoraba para aplacarse el hambre. Durante esas comidas la sangre del bisonte corría por la montaña. A eso se debía que las piedras de la cantera estuvieran teñidas de rojo. El águila se llamaba Tso-Mi-Cos-Tii. Dicho de otra manera: Guardiana del Recinto Sagrado.
Un iroqués explicó al sioux:
-El águila de la cumbre vive en un nido-trueno*.
Está tejido con relámpagos y rayos de lluvia. El pájaro es una hembra, su macho es una serpiente. Cuando el águila pone, el cielo se oscurece, la tormenta ruge y el viento se desencadena en tempestad. El águila incuba el tiempo que dura una luna. Cuando el polluelo rompe el cascarón, llega su padre, la serpiente, le toca con la lengua y el pequeño muere instantáneamente. Por suerte el águila es eterna. De no ser así su raza se habría extinguido hace largo tiempo.
-¿Cómo lo sabes si nunca has subido hasta allí? -preguntó Trunca la Montaña al iroqués.
-Me lo ha dicho un viejo brujo. Me contó que hizo el viaje y pudo verlo con sus propios ojos. Incluso me aseguró que el águila no era más grande que la uña de mi dedo meñique.
-¡Es increíble! - gritó Trunca la Montaña -. Si no estuviera tan cansado iría a decirle dos palabras a esa serpiente.
Por la noche grandes nubes negras se acumularon alrededor del pico y rugió el trueno. Trunca la Montaña pensó: <>
Con las primeras luces del alba empezó a escalar la pendiente. En el camino encontró una comadreja.
-¿Dónde vas tan temprano? -le preguntó.
-¡Voy a hacer justicia! -contestó inmediatamente Trunca la Montaña.
-¿Quien eres tú para creerte investido de semejante misión?
-Un hombre bueno que quiere el bien de los demás. ¡Vamos, déjame paso!
La comadreja fue a esconderse en una falla en la que anidaban otras comadrejas. Mientras Trunca la Montaña se alejaba, ella gritó:
-Mirad, hermanas mías, ese es un justiciero. Ese es un justiciero. Ese es un justiciero...
El sioux se encogió de hombros y continuó trepando a lo largo de la pared. Al llegar a la cumbre, descubrió el nido. En efecto, el pájaro era minúsculo. El joven sioux se drigió a la serpiente:
-He oído decir que molestas a tu mujer matando a tus hijos. ¿Es cierto?
Por toda respuesta la serpiente tocó con la lengua al pajarillo que acababa de salir de su cascarón y lo convirtió en una piedrecita redonda.
-¡Es abominable! -rugió Trunca la Montaña fuera de sí-. Voy a matarte para que aprendas a respetar la vida.
Apuntó la lanza y golpeó a la serpiente.
Esta no reventó y el sioux se puso a balbucear:
-¿Cómo es posible que no haya pasado nada?
Este arma puede destrozar la piedra y, sin embargo, la serpiente está intacta. ¿Tendrá un poder mágico?
Burlón, el reptil silbó:
- ¿Acaso lo dudabas? ¿Es que ignoras que aquí estas entre los Espíritu? Mi mujer es el Ser Eterno y yo soy su marido, el que ve por todos los lados al mismo tiempo y el que todo lo sabe. ¿Con qué derecho va a hacer justicia un hombre? Has de saber que cada uno debe poder actuar según sus propias costumbres sin que un ignorante venga a perturbarlas. Una de la mías consiste en vigilar para que no exista nada más que un ser eterno sobre la tierra y que la paz reine en este nido. En vez de ejercer una justicia ciega, de acuerdo con tus principios, dedícate a extender mi palabra y los hombres no volverán a tener problemas.
Trunca la Montaña meditó varios días dentro del nido-trueno. Después dijo al águila hembra:
-Tu marido tiene razón. Cuando no sabemos nada de las costumbres de los otros lo sabio es dejarlos vivir a su manera.
Y añadió para la serpiente:
- Perdóname por las molestias que te he ocasionado. Ningún hombre volverá a importunarte, ¡yo me ocuparé!
Para agradecerlo, el reptil le regaló la piedrecita redonda.
-Aquí tienes a mi hijo -le dijo-. Míralo siempre que te sientas tentado a ocuparte de los asuntos de los demás. Así recordarás mejor tu promesa.
Agradecido, el sioux volvió a descender hacia la cantera. Repitió a sus amigos de todas las tribus las palabras de la serpiente. Cada uno de los indios le ofreció una pipa en piedra roja, en señal de paz. Y tras mil efusiones, Trunca la Montaña regresó con sus hermanos los sioux.
Llegó una noche, cuando se estaba celebrando un importante consejo. Trunca la Montaña contó sus aventuras y enseño la piedrecita redonda. El brujo le dijo:
-Sabíamos todo eso mucho antes de que nacieras. Nunca te enseñamos a respetar a los otros porque hasta ahora habías sido demasiado impulsivo para escucharnos. Ahora eres fuerte pero ya no volverás a matar. Ahora eres justo, pero únicamente contigo mismo. Está muy bien y tus hermanos se sentirán siempre contentos de fumar en tu compañía las pipas que has traído de tu viaje.
Orgulloso de su nuevo nombre. Trunca la Montaña vivió largo tiempo entre los suyos. Ahora ya ha muerto, pero su espíritu continúa habitando en los cuerpos de los sioux. Cuando ven una piedrecita redonda en el suelo recuerdan al Ser Eterno y no vuelven a pensar en matar a los indios de las otras tribus que no hacen lo mismo que ellos.
Los chippeway llevan en la cabeza tocados de plumas de pavo. Los crow prefieren adornarse con plumas de cuervo. Los sioux lucen plumas de águila en recuerdo del nido- trueno, y no encuentran nada que objetar a los tocados de los chippeway y de los crow.


* En la mitología india se representa al Gran Espíritu con el águila conocida comno el Pájaro-Trueno. De ahí el nombre de su nido en esta narración.

viernes, 18 de septiembre de 2009

EN MEDIO DE LA TIERRA.- LEYENDA DE LA TRIBU DE LOS INDIOS SIOUX


Al principio la tierra estaba cubierta de agua y todos los seres vivían debajo de ella. Los hombres, los animales, los árboles y las rocas podían hablar. Estaba oscuro debajo de la tierra, y las plumas de las águilas se utilizaban Como antorchas. Los animales diurnos querían más luz, pero los animales nocturnos -el oso, la pantera, y la lechuza- querían la oscuridad.

Después de una larga discusión acordaron jugar al botón y el dedal, y si ganaban los animales del día ganaban habría luz, pero si ganaban los de la noche, siempre sería oscuro.

El juego Comenzó. La urraca y las codornices, que aman la luz y tienen la vista aguda, miraron hasta que pudieron ver el botón a través de la delgada madera del palo hueco que sirvió de dedal. Esto demostró dónde estaba el botón, y en la primera ronda, ganaron los hombres.

Salió la estrella de la mañana y el oso negro Corrió y se Ocultó en la oscuridad. Jugaron nuevamente, y ganaron los hombres. La estrella de la mañana creció nítidamente por el este y el oso marrón Corrió y se ocultó en un lugar oscuro. Jugaron una tercera vez, y ganaron loS hombres. La estrella brilló aún más por el este y el león de la montaña se escabulló a lo lejos en la oscuridad. Jugaron una cuarta vez y nuevamente ganaron los hombres.

El sol salió por el este, y se hizo de día, y la lechuza voló lejos y se ocultó. Aunque había luz, los hombres todavía no podían ver bien ya que estaban bajo tierra. Pero el sol estaba lo suficientemente alto para poder ver a través de un hoyo y descubrir que había otro mundo -esta Tierra-. El sol se lo dijo a los hombres, y todos quisieron subir allí. Hicieron cuatro montículos para poder alcanzar el mundo superior.

Al este, plantaron en el suelo del montículo toda clase de frutas y moras de color negro. Al sur, hicieron otro montículo y plantaron toda clase de frutas azules. Al oeste, construyeron un montículo en el que plantaron frutas amarillas. Al norte, plantaron en el montículo frutas de varios colores.

Los montículos se convirtieron en montañas y florecieron las plantas, dieron frutos y produjeron moras maduras. Un día, dos niñas ascendieron para buscar moras y recoger flores para adornarse el pelo. Repentinamente las montañas dejaron de crecer. La gente se asombró, y enviaron a Tornado a conocer la causa.

Tornado estuvo en todas partes y buscó en cada rincón, y por último encontró a las dos niñas y las llevó de nuevo con los suyos. Pero ninguna de las montañas creció más. Ésta es la razón por la cual los muchachos dejan de crecer cuando van con una mujer por primera vez. Si no lo hicieran nunca, continuarían creciendo.

Las montañas dejaron de crecer cuando sus cimas todavía estaban muy alejadas del mundo superior. Sin embargo, la gente trató de llegar hasta él colocando plumas en forma de cruz para hacer una escalera, pero las plumas no pudieron soportar el peso. Hicieron entonces una segunda escalera con plumas más grandes, pero nuevamente fueron demasiado débiles. Hicieron una tercera escalera con plumas de águila, pero éstas no pudieron sostener mucho peso. Entonces vino un búfalo y ofreció su hombro derecho y otros tres también contribuyeron con sus cuernos derechos. Los cuernos sí eran resistentes, y con ellos la gente fue capaz de ascender a través del hoyo hasta la superficie de la tierra.

Pero el peso de todos esos humanos dobló el cuerno del búfalo, que se había curvado desde el principio. En aquel momento la gente sujetó el sol ya la luna con la tela de una araña para que no consiguieran irse lejos, y los enviaron arriba hacia el cielo para que dieran luz.

Al principio, cuando el agua cubrió la tierra, cuatro tormentas se llevaron las aguas lejos. La tormenta negra sopló hacia el este y se llevó las aguas hacia el océano oriental. La tormenta azul sopló hacia el sur y trasladó las aguas en esa dirección. La tormenta amarilla llevó las aguas hacia el oeste y la tormenta de varios colores se fue hacia el norte y llevó las aguas hasta allí. Así que las tempestades formaron los cuatro océanos en el este, el sur, el oeste y el norte. Habiéndose llevado las aguas hacia arriba, las tonnentas volvieron a donde la gente esperaba, agrupada alrededor de la boca del hoyo.

El turón salió el primero, cuando la tierra estaba todavía mullida, y sus patas se hundieron en el lodo negro, y han sido negras desde siempre. Enviaron a Tornado a buscarlo, porque no había tiempo. El tejón salió, pero se hundió demasiado en el lodo y también se le pusieron las patas negras, y Tornado le llamó para que regresara.

Entonces salió el castor, caminando sobre el lodo y nadando sobre el agua, y de inmediato comenzó a construir un dique para conservar el agua que todavía permanecía en los pozos. Al ver que no regresaba, Tornado lo buscó y le preguntó por qué no había vuelto.

«Porque quise conservar el agua para que la gente pudiese beber>, dijo el castor.

«Bien», dijo Tornado, y regresaron juntos. La gente esperó de nuevo, hasta que al fin enviaron a la corneja gris para ver si la tormenta había vuelto. La corneja encontró la tierra seca, y muchas ranas, peces y reptiles muertos, que yacían sobre el terreno. Comenzó a recoger sus ojos y no regresó hasta que Tornado la fue a buscar. La gente se enojó cuando la encontraron comiéndose la carroña, y cambiaron su color por el negro.


Pero ahora toda la tierra estaba seca, a excepción de los cuatro océanos y del lago en el centro, donde el castor había embalsado el agua más arriba. Entonces, todos los hombres ascendieron a la tierra.

Viajaron hacia los cuatro puntos cardinales en donde encontraron los océanos del norte, el sur, el este y el oeste. y como ellos, cada tribu se detuvo donde quiso. Pero los Jicarillas continuaron alrededor del hoyo de donde habían surgido de las profundidades . de la tierra. A la tercera vez que dieron la vuelta alrededor del hoyo, el Gobernante se molestó y les preguntó dónde deseaban asentarse. Respondieron: «En medio de la tierra». Así que los condujo aun lugar muy cerca de Taos y allí cerca de los indios Taos, los Jicarilla hicieron su hogar.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA LEYENDA DE OJO DE AGUILA




En los comienzos, Ojo de Águila tenía el fuego en tierras lejanas del sur, más allá de los márgenes del gran curso de agua. En efecto, las gentes de la región no conocían el fuego real, aunque sí poseían una apariencia de fuego, en realidad inservible. No servía para calentar ni para guisar los alimentos, por lo que se mantenían a base de verduras y pescado crudos. Al Oeste, sí existía el fuego, pero tampoco servía para cocinar. En el Norte y en el Este vivían muchas personas, pero carecían asimismo de un fuego eficaz. Todos se preguntaban dónde se hallaba el fuego sin saber cómo podían descubrirlo. Una noche, todos los habitantes de la comunidad, mujeres y niños incluidos, fueron en busca del fuego, cubriendo un amplísimo territorio, pero a pesar de escudriñarlo todo no pudieron encontrar e1 fuego. A continuación se celebró un consejo de los jefes de la comunidad india, y al final determinaron que el mas valiente de entre ellos debía descender al Infierno, donde era seguro que había fuego, un "buen" fuego. Fue Ojo de Águila quien bajó por un hoyo oscuro que después se ensanchaba en forma de embudo invertido. Cuando llegó al infierno, donde vio centenares de espíritus malignos, que atizaban el fuego que llameaba por doquier, Ojo de Águila se puso al acecho, aguardando su oportunidad. De este modo transcurrieron varios días, al parecer, puesto que el tiempo no pasa igual en aquel reino malvado que en la Tierra, hasta que, durante una ceremonia infernal, que reunió a todos los malos espirirus del lugar, consiguió apoderarse de unas llamas que, ante su gran extrañeza, no le quemaban a pesar de su gran intensidad y del calor insoportable que despedían. Luego nunca supo de qué manera había salido del infierno y llegado a su tribu, portador del fuego. El hechicero de la comunidad reclamó las llamas, puesto que, según el, era necesario purificar aquel fuego procedente del infierno, donde reina todo el mal. Acto seguido, reunió a los ancianos y jefes de la comunidad y procedió a ejecutar, después de ataviarse debidamente para la ocasión, una danza ritual, cuya duración fue de tres días, al cabo de los cuales declaró que el fuego estaba ya purificado, por lo que podía ser utilizado para los usos cotidianos de toda la tribu. De esta manera, las tribus indias de America del Norte empezaron a disfrutar de los beneficios que el fuego proporciona a la Humanidad.


( Mitos y leyendas de los indios americanos. Edicomunicación. Barcelona, 1998)

lunes, 14 de septiembre de 2009

LEYENDA DE LOS INDIOS ARAUCANOS


A orillas del río orinoco, vivian hace mucho tiempo siete hermosas mariposas bailarinas, que bailaban y bailaban en los pétalos de los lirios y de las amapolas de la selva.
Cada una de ellas tenía su color: Blanco, Azul, Rojo, Verde, Amarillo, Violeta y Añil.
Por las tardes se suspendían en una flor o en una hoja y se entregaban al sueño.
Un día en que las siete hermosas mariposas bailaban y bailaban. La Amarilla al saltar a una rama, se hirió una de sus alas y comenzó a agonizar. Sus amigas la rodearon y al ver que iba a morir se preguntaron. ¿Qué sacrificio podríamos hacer nosotras paraa estar siempre con nuestra amiga?
Al momento se escuchó una voz que les dijo: ¿Están dispuestas a hacer un sacrificio, aún el de la muerte, por estar siempre con su amiga? SI respondieron todas.
Automáticamente se oscureció el cielo. Un rayo penetró en el corazón de la selva. La selva se estremeció y lanzó un grito que fue a perderse en la inmensidad del universo.

Vino la lluvia y un remolino de viento arrastró a las siete mariposas.
Una hora después brilló el sol y en el cielo apareció el Arco Iris con sus siete colores y en ellos las almas de las siete hermosas mariposas.


Y ASÍ FUE COMO DIOS HIZO ETERNA LA AMISTAD EN TODA SU BELLEZA.